viernes, 5 de diciembre de 2008

TUS OJOS TE DELATAN




Aunque calles, tus ojos pueden decir mucho de tí, incluso pueden decir si mientes o dices la verdad. Y si no mira esta fantástica página de Biffaloo, donde te explican el significado de las diferentes miradas. Pruébalo con alguien sin decirle de que se trata y verás que funciona bastante bien.
- Mirar arriba y a la izquierda: imágenes construidas visualmente (Visually constructed). Si alguien te dice “imagina un perro verde”, normalmente mirarás en esa dirección.
- Mirar arriba y a la derecha: imágenes recordadas visualmente (Visually remembered, Vr) ¿Te acuerdas de tu primer coche?
- Mirar a la izquierda: creadas con el oído (Auditory constructed, Ac) ¿Imaginas el sonido de una XBox 360 cayendo al suelo? (o algo más sencillo, que no conozcas).
- Mirar a la derecha: recordadas con el oído (Auditory remembered, Ar) ¿Recuerdas el sonido del arranque de tu ordenador?
- Mirar abajo a la izquierda: sentimientos, cinestésico (Feeling / Kinesthetic, F) ¿Recuerdas el olor del campo en primavera?
- Mirar abajo a la derecha: diálog interno (Internal Dialog, Ai)
¿Y cómo saber si alguien dice o no la verdad? De acuerdo con esta página es sencillo: si alguien mira a la izquierda estará mintiendo, ya que está creando imágenes o sonidos.
Así que recuerda. Si tu pareja te pregunta si te has comido la última galleta de chocolate… ¡mírale a los ojos!




COMENTARIO DE:
Sylvia Villarreal de Lozano
En el ambiente laboral, así como en todos los ámbitos, se requiere de un compromiso en equipo y una buena relación entre sus miembros, para obtener un resultado de calidad. Una manera de conocer mejor a una persona, crear una empatía con ella e incluso saber si te está diciendo la verdad o no, es a través de la mirada... ¿Quieres saber cómo? Ojos que hablan Este poder de la mirada se debe a que se ha comprobado que según hacia dónde miramos, se activan las diferentes partes del cerebro donde se encuentran nuestros sentidos. Es como si los ojos fueran el cursor de una computadora y al moverlos señaláramos hacia distintas direcciones de nuestro pensamiento. Pon mucha atención a los diferentes tipos de miradas y qué significa cada una de ellas, para que salgas de toda duda: Mirar hacia arriba Cuando observamos hacia arriba y a la izquierda, nuestro cerebro está recordando imágenes. Así cuando nos dicen, ¿cómo es tu casa? o ¿qué hiciste ayer?, es seguro que nuestra mirada se vaya arriba hacia la izquierda. ¡Inténtalo con algún compañero! Ahora bien, cuando observamos hacia arriba y a la derecha, el cerebro está creando imágenes o soñando. Si tu realizaras una entrevista de trabajo, fíjate muy bien que al preguntarle sobre la experiencia laboral (por ejemplo), no mire arriba a la derecha. Sin embargo, si te encuentras vendiendo un producto, estás a punto de cerrar tu venta si tu cliente observa hacia arriba a la derecha, porque está soñando.
Mirar de manera horizontal Cuando observamos fijamente de frente, estamos escuchando. En este nivel se activa el campo auditivo, y si movemos los ojos a la izquierda, estamos recordando sonidos que ya conocemos: el claxon de un automóvil, el ladrido de un perro, etc. Sin embargo, si movemos nuestros ojos horizontalmente a la derecha, se trata de sonidos nuevos que estamos escuchando o creando: una canción nueva por ejemplo. En ventas, si un cliente mira fijamente al vendedor significa que le interesa, que ya quedó impresionado. Sin embargo, si sus ojos lo evaden significa que no lo convenció lo suficiente. Mirar hacia abajo Si te das cuenta que un colega mira abajo a la izquierda, es muy probable que él esté teniendo un diálogo interior, y esté reflexionando o considerando algo. Este diálogo es frecuente antes de tomar una decisión importante. Por otro lado, cuando alguien observa abajo hacia a la derecha, significa que está abriendo el carnal de sus emociones, los sentimientos y las sensaciones del cuerpo (sabores, olores, texturas) y emociones (amor, tristeza, preocupación). En ventas, si el cliente ve hacia abajo y a la derecha, quiere decir que compra tocando, probando, buscando un contacto con cosas tangibles. Ahora sí... Tenemos las armas perfectas de la comunicación no verbal para conocer no sólo a nuestros compañeros de trabajo, sino a todos los que nos rodean. ¡Úsalas!, bien dicen que los ojos son las ventanas del alma. Si quieres contactarte con la autora, ve a
direccion@editoradelhogar.com.mx

MIRADAS Y LAS RELACIONES DE PODER




DR. MÁRQUEZ CASTRO, RENÉ A.
1. Una definición del concepto de poder requiere observar la distinción y el vínculo entre
relaciones de poder, dominación y potencia. Las relaciones de poder constituyen relaciones
estratégico—instrumentales en un juego política y socialmente “abierto” ya que el sujeto se
constituye a través de prácticas de sujeción, o de un modo más autónomo, a través de
prácticas de liberación, de libertad. Ello significa que las relaciones de poder, trascienden
la simple resistencia al poder, también es práctica de la constitución de la subjetividad en
positivo.
2. Estas relaciones se sustentan no solo en la violencia sino básicamente en la dominación
como expresión asimétrica y aparentemente fuera del alcance de la crítica y del
cuestionamiento. Tal posibilidad de la dominación se inscribe cuando los comportamientos
estratégico—instrumentales de los individuos se articulan con la racionalidad sistémica del
mercado capitalista y del Estado neoliberal.
3. La potencia expresa la capacidad de los individuos y de los grupos de actuar
colectivamente sobre su historia y sobre su medio ambiente a través de una comunicación
racional, de tomar conciencia de sus límites y, eventualmente, de hacerlos retroceder en
parte, o temporalmente no siempre los opuestos a la dominación pretenden o deseen el
poder. No obstante, en la cultura acumulada de las masas y sus expresiones hay un inmenso
potencial de rebeldía para desplegar una capacidad insospechada de movilización social.
4. La necesidad de encontrar formas de lucha o alternativas políticas a la dominación
capitalista neoliberal presupone reflexionar en torno a las relaciones de poder1, sus
interrelaciones y mediaciones en circunstancias cada vez más complejas hegemonizadas
por la mediación política de los centros de poder internacional, es decir, del proceso de
transnacionalización y desnacionalización política que se traduce en el ejercicio asimétrico
de cuotas de poder político.
5. Asimismo las interrogantes posibles en torno al funcionamiento de las relaciones de poder, implican la observancia de la historicidad constitutiva del proceso objetividad— subjetividad de los sujetos de cambios, pues el poder significa una relación de dominación—subordinación, y/o de autoridad, expresada en capacidad organizativa y estratégica para la realización de intereses sociales y clasistas.
6. Es un hecho real que la hegemonía de los que dominan encuentra oposición en importantes y crecientes expresiones de la sociedad civil, en movimientos socio—clasistas y otras fuerzas políticas; sin embargo, también es real que aún requieren activar sus potencialidades nacionales para desplegar acciones más articuladas y globales, tanto en los planos nacional, regional y mundial.
7. En definitiva, ni la intensidad y la heterogeneidad crecientes de dichos movimientos y fuerzas, significan por sí mismas una expresión suficiente en calidad de fuerza política, y de otro lado, el sistema de poder capitalista penetra de modo sutil y profundo en todo el tejido de la sociedad in visibilizando su dominación ideológica y cultural.
8. La declinación de la ascendencia ideológica del neoliberalismo, como señalan diversos autores, no significa que se encuentre en retirada.2 No obstante, dada la complejidad existente, es válido formularnos las siguientes interrogantes: 1) ¿cuál es el nivel de conflictividad realmente existente entre los movimientos socio—clasistas y los sistemas de dominación vigentes?, y, 2) ¿cuál es la significación específica de los conflictos culturales—ideológicos en el proceso constitutivo del nuevo sujeto histórico del cambio social, dada la globalización actual de los mecanismos para continuar legitimando la dominación ideológica?
9. En esta perspectiva es interesante meditar sobre la hipótesis inspirada en Marx, de que “así como en el taller de la producción material capitalista se produce como ingrediente específico la plusvalía, así también en el taller de la producción espiritual dentro del capitalismo se produce una plusvalía ideológica, cuya finalidad es la de fortalecer y enriquecer el capital ideológico del capitalismo; capital que, a su vez, tiene como finalidad proteger y preservar el capital material”
10. Asimismo, según Michel Serres4, el universo tecnológico y cultural contemporáneo como “universo de la pantopia” cuyo centro está en cualquier lugar pues concentra todos los lugares en uno y cada uno es replicado en todos los demás, se expresa como poder de la información y de las tecnologías, con la complicidad ingenua y masiva de los dominados, o lo que Ignacio Ramonet denominó “una opresión afable o un delicioso despotismo” 5 en cualquier parte del globo como expresión ideológica de las relaciones de poder.
11. Las problemáticas expuestas se refieren en esencia a los mecanismos de sometimiento por su efecto de dominación ideológica que garantizan la obediencia de los dominados a la clase dominante.
12. Obviamente tales conexiones ideológicas adquieren una gran complejidad y, desde luego, presenta grandes variaciones empíricas para interpretar el rol desempeñado por la ideología en la organización y el mantenimiento del poder capitalista neoliberal. No obstante, también es válido sobre esta base considerar el poder de la ideología como proceso para diseñar estrategias de lucha prolongada en la acepción gramsciana de hegemonía, es decir, en el sentido clasista ascensional de lucha por la hegemonía ideológica.
13. De todas maneras, la legitimación del discurso del poder ha incidido y gravitado en la naturaleza del saber de las masas, interceptando e invisibilizando la comprensión cabal de la necesidad de desear la producción de un nuevo poder que sustituya la dominación velada, oculta y represiva del poder capitalista neoliberal.
14. Por supuesto, tal complejidad del vasto campo del ejercicio y funcionamiento del poder burgués neoliberal exige, previo a su enfrentamiento, una eficaz actividad inteligible para la elaboración de una auténtica alternativa post—neoliberal, sin obviar el criterio latente de la “micropolítica” foucaultiana, ya que si bien el análisis de las estructuras y del funcionamiento de las relaciones de poder no puede reducirse a las teorías de los aparatos de Estado, tampoco debe subvalorarse la decisiva significación del Estado para la totalidad de las relaciones de poder.
15. Hoy es necesario realizar el análisis cotidiano y sistemático de las relaciones de poder, de sus intervinculaciones y mecanismos, ya que los desafíos que se vislumbran a inicios del siglo XXI, revelan que las relaciones de poder, son, ante todo funcionalmente, relaciones intersubjetivas en que se entrelazan las que poseen competencia legitima o no, y los que consienten, delimitan o impugnan dicha jurisdicción sobre sus comportamientos.
16. No estamos en presencia de un proceso exclusivamente de significación, sino también de procesos profundamente politizados, donde entran en juego las estructuras de poder existentes, los intereses de clases. Es decir, el escenario realmente existente nos revela un proceso de hegemonía, donde resistencia y sumisión, autodeterminación y dominación se entrelazan dialécticamente.
17. Evidentemente las emergentes complejidades implican que la cultura de resistencia al empuje hegemónico hay que perfeccionarla, estimularla y fortalecerla con acciones políticas, ideológicas, culturales y educacionales que deben ser concertadas desde la sociedad civil y todas las fuerzas socio—clasistas y políticas, incluyendo la denominada reestructuración de la izquierda política dado su acumulada experiencia para una alternativa intrasistémica, que posibilite una articulación política que conduzca gradualmente a la gestación de un “contrapoder ideológico” en el sentido estricto de una nueva imagen positiva que contraste con el invertido e ingobernable mundo de hoy y cuya expresión en los límites de la institucionalidad burguesa es un gran desafío por cuanto presupone un cierto umbral de organización creciente frente a la concentración de poder que detenta la hegemonía económica, cultural, militar y el control político y mediático.
18. No obstante, será decisivo el sentido de oportunidad ante situaciones críticas de ingobernabilidad que deslegitiman las bases ideológicas del poder neoliberal, pues el poder de la ideología opera también en procesos lentos y graduales.
19. Premisa de este contrapoder es el poder de información veraz — revirtiendo el ocultamiento y la manipulación a las masas — y el poder que detenta los medios para transmitir la información. De tal manera, se requiere el ejercicio de dos poderes importantes, el de saber la verdad8 y el de difundirla, que deberá traducirse en cambios ideo—valorativos en las relaciones intersubjetivas y cristalizar gradualmente un grado de socialización política que permita realizar periódicamente nuevos juegos estratégicos de poder/saber, en diversas circunstancias, que viabilice una práctica de constitución veraz de la subjetividad.
20. Somos del criterio que este contrapoder ideológico constituye una potencialidad en la trayectoria y diseño de las alternativas para el ascenso al poder político(ya sea por vía pacífica o violenta) y así frenar las tendencias destructivas del ser humano e imponer determinados límites y políticas a los mercados, a las empresas y al propio aparato estatal.
En tal sentido, desde diversos juicios y apreciaciones, existen propuestas interesantes en cuanto al contenido que no deben faltar en el mensaje socializador.
21. Una de las interesantes propuestas aboga por tres dimensiones que contribuirían a pensar un “pos—neoliberalismo factible” referidas a los valores, la propiedad y la democracia9; otra, recomienda que el discurso ideológico que aspire a la hegemonía deberá
representar los intereses de la nación y nunca en oposición o en conflicto con los intereses de otras naciones, rechazando el nacionalismo como ideología política.
22. Ambas propuestas estimulan la necesaria transición hacia una sociedad que demanda esfuerzos teórico—prácticos sobre un proyecto verdaderamente revolucionario de gobernabilidad democrática que requerirá voluntad ética y política para rescatar progresivamente el poder nacional.
23. Sin embargo, en cuanto al rechazo del nacionalismo sería conveniente meditar en torno a la trayectoria de las diferentes posiciones que en la actualidad se debaten y sobre la proliferación de elaboraciones reduccionistas, excluyentes y cargadas de connotaciones negativas cuando se olvida la idea de Mariátegui de que “(...) la función de la idea socialista cambia en los pueblos política o económicamente coloniales. En esos pueblos, el socialismo adquiere, por la fuerza de las circunstancias, sin renegar absolutamente de ninguno de sus principios, una actitud nacionalista.”
24. Significa entonces que el nacionalismo en determinados procesos histórico—concretos puede adquirir un sentido diferente y hasta constituirse en una fuerza inclusiva cuando es empuñado por las naciones oprimidas y expresar una relación sui—géneris con el ideal socialista, como resultó en el caso cubano.
25. En resumidas cuentas “Los modos de pensar el nacionalismo(...), no están exentos de las vacilaciones ni de la problematización que impregnan los actuales intentos académicos de explicar uno de los fenómenos más persistentes, y en ocasiones irritantes, del mundo moderno. El hecho mismo de que el nacionalismo tenga que ser periódicamente re— visitado, pone en crisis, por una parte, la doble vertiente que lo constituye: la compleja relación entre pensamiento y sentimiento, y por otra, ratifica que el término, pese a estar tan colmado de significaciones, o quizá por eso mismo, opera casi como un espacio vacío: no se le puede asignar un sentido fijo”.
26. Precisamente la desnacionalización política representada por los gobiernos latinoamericanos les impide recurrir al nacionalismo justamente cuando se acepta la soberanía limitada y se renuncia a concebir proyectos nacionales.
27. Por tanto, no es aconsejable simplificar el fenómeno del nacionalismo atribuyéndole ser
una “perversión ideológica” de la nación, pues devalúa su utilización como poder presente y que pudiera articularse, como una posibilidad con todos los retos que implica, con un proyecto socialista despojado de toda prefiguración definitiva como Lenin advirtiera. Ello se traduce en una reformulación socialista y plural que garantice la lucha progresiva por porciones del poder en cualquier escenario hasta la liquidación plena del poder capitalista y la instauración de un poder constituyente como instrumento para las inmensas y al parecer imposibles tareas de la liberación total.
28. Desde la perspectiva de los esfuerzos por concebir programas nacionales de desarrollo, soberanía y democracia popular, existen criterios de que es indispensable el uso de los tres poderes para la creación de un bloque regional de poder como precondición de cualquier avance económico latinoamericano, e integrando desde sus inicios elementos del Socialismo del siglo XXI.
29. La cuestión esencial sería entonces sí tal fuerza reordenadora desde el poder pudiera ser parida por un movimiento político unitario y crítico del neoliberalismo y cuya capacidad rescatara progresivamente el poder nacional—regional constituyente, cuya función no será simplemente producir normas constitucionales, estructurar poderes constituidos, sino, sobre todo, ordenar el poder constituyente en cuanto sujeto, regular la política democrática desde una perspectiva ética, y en la extensión de sus efectos, entre democracia y soberanía, entre política y Estado, entre potencia y poder.
30. En tal sentido, el Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz abogó por la propuesta del Presidente Hugo Chávez Frías de octubre del 2000 sobre la necesaria e imperiosa alternativa de conformar un nuevo polo de poder, que significaría un conjunto de fuerza reunificada que permita no solo relaciones de equidad con el resto del mundo sino que viabilice sobre todo la cooperación y la esperanza para los pueblos que urgen ser renovados a través de líderes que se mezclen con las necesidades de la América Latino—Caribeña.
31. La justeza de la creación de este nuevo polo de poder presupone el empeño de una nueva fuerza que proyecte detener el orden neoliberal como eje conflictivo de la demarcación dominio—subordinación y construir un nuevo paradigma de poder que potencie la capacidad racional y constitutiva de las relaciones humanas, en un proceso que maximice la comunicación y la potencia, que limite las relaciones de poder y que tienda a
la desaparición de la dominación.

SER MIRADOS


Ser explorados por la mirada es una experiencia que nos puede llegar a inquietar y llenar de desasosiego cuando no nos consideramos anónimos objetos del paisaje, intercambiables con cualquier otro objeto que se expusiera a la mirada del observador, sin más detenimiento e interés que el del puro pasear indiferente la vista de un lado a otro que tanto da que seamos nosotros como cualquier otro objeto. Lo contrario de estas condiciones de anonimato o de estar expuestos sin mayor peligro es la mirara escrutadora, la que se fija por más tiempo y dedicación a nosotros, averiguando qué somos, qué pretendemos ser o que nos gustaría ser.
La mirada impenetrable
Cuando vemos aterrorizados que alguien nos está mirando suponemos lo que tememos, esto es, un desprecio, un rechazo, un considerarnos indignos de nuestras aspiraciones. Es difícil adivinar por la mirada del otro cual es exactamente su postura frente a nosotros, su mirara nos asemeja algo pétreo, impenetrable y por ello un angustioso secreto que no despeja nuestras dudas ni tranquiliza nuestras inseguridades. Si pudiéramos entrever una mueca clara de asco o repudio, aun siendo algo profundamente desagradable, no sería por lo menos incierto, lo que quizá es lo peor para nosotros porque precisamente nos coloca en ese desfiladero por el que nos gustaría gustar pero se nos hiela la expectativa en una parálisis que no se sabe si es caída o lejana salvación.
La mirada de los adultos que no sonríen tienen este misterio, este pasmo conmovedor, para un niño pequeño que necesita imperiosamente el acogimiento benévolo que se hace de rogar, que no aparece aún, que amenaza con un giro sorprendente de la situación en la que además de nuestra notable decepción se siguiera un castigo por haber esperado amor de una forma incorrecta y fuera de lugar por alguna misteriosa razón (¡son tan misteriosos los adultos que tan pronto te ríen las gracias como te repudian por pesado o te riñen por inadecuado, aparentemente por las mismas razones!). Los criterios a lo que obedecen los mayores se escapan al niño, que los observa elevados a una cima que, cuando nosotros la alcanzamos años después, no por ello deja atrapar el misterio, que se desliza de sorpresa en sorpresa, abriendo un nuevo laberinto en el último momento en el que nos creíamos ya llegados.
El poder de la mirada
Cuando analizamos el poder ``penetrante'' de la mirada del otro nos basamos en nuestra propia capacidad de deducción, de imaginación -desde la simple imaginación erótica descarada de ver al otro más ligero de ropa de lo que esta o prestándose a acciones con docilidad complaciente- hasta suponer rasgos de personalidad o estados que tendrían como prueba cada arruga, ceño o pose de la persona observada. Unos nos parecen personas amargadas, otras preocupadas, otras risueñas. ¿Cómo vemos al otro? ¿Teniendo un lugar en el mundo, un papel que hacer, una misión y utilidad? Este es ciertamente la visión que tiene un niño sobre el conjunto de los adultos, como la clase de personas que vale, que tiene poder y dignidad. Son los demás idealizados, porque efectivamente, tenemos de ellos más ideas y prejuicios que experiencias, y nuestras suposiciones son teorías, ya que estamos basándonos en similitudes, recuerdos que damos por sentamos que son equivalentes. No es que nos equivoquemos como en las novelas con ``sorpresa'' en las que el que parece malvado es realidad tiene buen corazón o que el aparentemente simpático es una especie de personaje manipulador. Es nuestra habilidad fisonómica la que nos permite leer en la cara, en los gestos y en los trozos de actos que fichamos al mirar.
Sabemos bien cómo contemplamos nosotros a los demás, qué nos gusta, qué nos produce rechazo o admiración. ¿Porqué ir entonces tan a la defensiva, suponiendo que nosotros somos del grupo de los apestados? Tal vez damos mucha importancia a la belleza, al porte , a la apariencia de seguridad, todo aquello que un buen publicista sabe exhibir para vender un producto.
Pero esas ``ídolos'' de percepción que tan angustiosa sensación de lejanía e inadecuación producen, también podrían ser disminuidos y censurados si observamos algunos de sus comportamientos menos esplendidos -hasta las monedas del cesar tienen dos caras- o menos intimidatorios (porque también son capaces de inocente cotidianidad).
Por lo tanto en la manera de seleccionar lo que produce tantos efectos extraños.
El mirarse a uno mismos siendo mirado con desprecio por el otro, el mirar al otro cuando nos mira siendo mirado con aprobación, siendo ad-mirado.
¿Qué pensaría una persona de nosotros si supiera que la hemos utilizado en una fantasía masturbatoria? ¿aceptaría quizás nuestras disculpas aduciendo que se trataba de una inocente fantasía que no un juicio real sobre la persona de carne y hueso? ¿y qué diría de nosotros esa persona que ha realizado una imprudente maniobra si escuchara nuestro pensamiento ``se merecería tener un accidente''? No se nos saldrían los colores si la persona que está cobrando un importante ingreso bancario delante de nosotros se volviera justo cuando estamos fantaseando con la idea de quitarle esa cantidad y salir corriendo y en vez de mirarnos con temor nos mirara ofendido y nos dijera ``¿qué está usted pensando?''.
Pensamientos hostiles, turbios, eróticos, pensamientos absurdos que se rechazan, pensamientos que harían las delicias de un escrupuloso, en cambio habitualmente lo consideramos una licencia sin importancia que no cuestiona la realidad de los hechos, que son los que deben marcar en definitiva el punto en el que comenzar a juzgar.
La mirada punto de referencia del presente
Cuando percibimos la realidad externa, eso que damos por supuesto que 'está ahí fuera', y que es el terreno por el que nos desplazamos, el teatro en el que las distintas acciones suceden, en el que colocamos a las demás personas, y en el que nos incluimos a nosotros mismos (estando también ahí afuera aunque tengamos dificultades para vernos desde un punto de vista externo, como cosa entre cosas, como persona cualquiera entre una multitud de personas).
La realidad externa que estamos percibiendo ahora es una especie de centro en el que todos los caminos parten, unos al recuerdo pasado, otros a lo que suponemos que sucederá, y todo aquello que también damos por supuesto que está ahora mismo a nuestras espaldas o fuera de nuestro alcance pero que con un adecuado desplazamiento o prueba indirecta, podríamos comprobar que estaba ciertamente ahí, como bien dábamos por hecho, por lo que nos parece que ahora mismo no habrá desaparecido (de ahí la sorpresa de no encontrarnos lo que esperábamos).
Como lo que está detrás de nosotros, detrás de los biombos y las paredes es una realidad razonable pero no expuesta directamente a la percepción, podemos teñirla con ideas que aun siendo verosímiles nacen directamente de una intención sospechadora, como al pensar que un vecino podría estar escuchándonos en este momento detrás de la pared, o que una persona detrás de nosotros está pensando que somos ridículos o está haciendo con la meno un gesto ofensivo.
No podemos controlar directamente la veracidad de estas sospechas de no ser que nos demos la vuelta y exploremos, y aun así, como quiera que las frases acaban y las gestos que se dibujan llegan a su fin, cuando nos volvemos sólo vemos un trozo, un indicio temporal de los hechos que como prueba es insuficiente y requiere de una hipótesis cuya buena fe puede asimismo verse alterara por la anterior sospecha, de modo que la mano caída al costado, que podría ser la mano que cae después de que una persona se ha ajustado las gafas pasa, infectada por el recelo, a ser una prueba de que nos insultaba con un gesto grosero y que ha bajado la meno con premura para no verse sorprendido.
Al mirar para movernos y desplazarnos por el mundo en el que estamos sumergidos constantemente, se basa en captar los trozos temporales de las realidades externas, especialmente los actos de los demás, e interpretarlos al vuelo correctamente. La realidad no es obvia y necesita de años de aprendizaje minucioso, y lo que la hace particularmente difícil no es tanto la complejidad de los fenómenos naturales, el cálculo de la física y la geometría de las cosas como la interpretación de las intenciones de los demás.
Si una viejecita estira su mano de forma implorante, deduzco que lo que quiere es que le ayude a levantarse del banco; pero caben sorpresas y errores: podría ser que la viejecita coja mi mano para empujarme hacia ella y lograr me siente en el banco para charlar con ella.
Afortunadamente no siempre nos la jugamos en un instante y disponemos del tiempo para aprender a corregir sobre la marcha los errores que cometemos (siempre que errar nos parezca algo estupendo para perfeccionarse en vez de una imperfección imperdonable).
Se dirá que si bien la interpretación de gestos y escenas mudas es harto imprecisa, en cambio, sobre todo en lo que respecta a los objetivos más importantes, contamos afortunadamente con el lenguaje, que nos orienta de forma certera gastando unos pocos movimientos articulatorios, rápidos y precisos, orientados a producir sonidos articulados con un valor simbólico (una palabra vale por una cosa, una frase por una acción o acontecimiento que no se ve o se describe en sus aspectos oscuros e invisibles). Sobre todo, a través de la palabra podemos traducir los pensamientos, razonamientos y propósitos que tenemos y hacérselos asequibles a los demás.
El inconveniente del lenguaje sin embargo, a pesar de su enorme potencialidad, es que permite muy fácilmente (mucho más que con los gestos) mentir, engañar, simular, manipular. Además, el lenguaje, para funcionar como mecanismo de comunicación, debe estar basado en códigos sociales admitidos por la comunidad hablante, por lo que nos vemos obligados a utilizar terminologías, esquemas de referencia, palabras con connotaciones históricas, que ya nos encauzan en una forma obligada de razonar y explicar las cosas que impide a veces decir lo que queremos decir, a no ser por el rodeo del circunloquio, la metáfora o la expresión poética.
Expresarse requiere mucho más rigor -porque por lo menos hay que ajustarse a la forma convencional de hacerlo para resultar inteligibles- que interpretar lo que se oye.
El auditor, como el lector, debe rellenar lo que falta en las frases, que es casi todo, y deducir del conjunto del contexto, informaciones, hechos que se esgrimen y se exhiben, cual es la intención pragmática de todo ello, qué es lo que pretenden los demás hablando (porque no se habla habitualmente para hablar como cuando se silba en un día soleado, sino con la pretensión de provocar un determinado efecto, aun cuando ese efecto fuera tan elemental como matar el tiempo de una forma entretenida).
El que interpreta, para colmo, rara vez se comporta como si fuera una máquina registradora de lo que se dice, sino que tiene siempre sus propios intereses, por lo que unos temas le parecen más atrayentes que otros, unas frases llaman su atención y otras su atención las elimina al punto de parecer que no las ha oído, y para remate, la forma de escuchar hace que el interlocutor se sienta más tranquilo, acogido, torpe o juzgado, variando las situaciones, por lo que aparece totalmente confundida la cadena de quien produce efecto: por ejemplo, si el orador es excelente o más bien el público está muy bien predispuesto, o si el arrobamiento y la pasión de unos y otros se cruza de forma que a todos les exalta por igual.
Una escucha hostil podría crear un interlocutor torpe y vacilante, y una escucha admirada podría seducir al amante que deseamos que nos ame haciéndole creer que es extraordinario (con lo que se corre el peligro de que se lo tome demasiado al pie de la letra).
Las miradas que acompañan lo que se dice, con brillo en los ojos, o veladamente, o una mirada atenta y concentrada, asombrada o triste, colérica o ardiente todo ese mirar variado enmarca lo que se dice como si pusiéramos título a lo que miramos (tragedia, comedia, intriga...).
El arte interpretativo, en la medida que pretende ser intuitivo, fidedigno, perspicaz, certero, requiere como todas las habilidades un entrenamiento exitoso.
Para comenzar, hemos aprendido los nombres de las cosas, particularmente de los sentimientos e intenciones. Con indeseable frecuencia los niños aprenden a ser mirados case en exclusiva para ser censurados (``no hagas eso'', ``no te pongas así'', ``no toques eso'') ¿No se creará así la temerosa espera de ser atravesados por una mirada censuradora, un silencioso espanto de cara a manifestarse espontáneamente delante de los demás?
En otras ocasiones los niños se ven rodeados de adultos mudos que nada comentan, que parecen estar demasiado atareados como para perder el tiempo en minuciosas explicaciones -seguramente debido a nuestra poca importancia-. ¿No se generará con ello la sensación de que cualquiera sabría cosas que uno no sabe, que uno es menos que más, que debe escrutar espantado las sorprendentes y obvias conclusiones de los demás (ellos sí, personas de primera categoría) ?
El trato airado y agresivo sistemáticos nos hará precipitados guardianes de los ataques que nos parecerá adivinar en cada tonillo airado o comportamiento seco, antipático o poco agradable, esperando que de ahí surgirán los más malévolos dardos venenosos que deberemos escupir antes incluso de que pudieran llegar a herirnos.
Si hemos tenido padres confusos, manipuladores y mentirosos que nos han dicho que nos adoraban mientras nos maltrataban, nos quitaban amor porque nos querían, nos despreciaban porque lo merecíamos y nada merecíamos por mucho que nos esmeráramos, ¿no nos han preparado para entender todo al revés, y que si alguien nos maltrata nos parezca en el fondo bueno y si alguien nos abusa es porque no hacemos lo bastante por él?
La mirada punto de fuga
Para manipular el tiempo tenemos que escaparnos del presente, que devora con su realidad actual toda especulación de lo que fue, será o podría ser con el agujero negro de lo que es ahora mismo.
Mirar viendo lo que vemos nos impide completamente especular sobre otras posibilidades, y por consiguiente hay que saber mirar sin ver para ver algo distinto de lo que vemos, para ver escenas de futuro, o ensueños de cualquier otro tipo y función (a veces ensoñamos para satisfacer deseos que no pueden satisfacerse de otra manera, otras para tomar decisiones sopesando alternativas, otras para motivarnos con una especie de botín que nos prometemos o infierno que nos tememos).
Para lograr ver sin ver utilizamos la manipulación de la atención que es como una puerta de entrada de los datos en el procesador central, de modo que cerrando la puerta hacemos que los estímulos externos que recibimos no pasen más allá de cierto nivel de elaboración y queden reducidas a la mínima expresión (porque después de todo siempre hay que estar en alguna parte para ir otra y se cree una sensación de camino de ida y vuelta, en vez de flotar en los aires como místicos en pleno éxtasis).
La impunidad de ver a nuestro antojo lo que no se halla delante de los ojos requiere una exquisita puesta en escena, una pose áurea en la que parecemos estar interesadísimos en un punto que en verdad despreciamos, una falsa atención a los demás puede parecer incluso demasiado intensa. (``Porqué te has quedado mirándome de ese modo?'' ``qué miras con tanto interés?'', se preguntan. ``Nada'', responde el abstraído, ``me que quedado pensando'').
Este es un mirar sin que la viste penetre Esto es, sin que extraiga del filón del mundo algo para alimentarse. Es un ``pasear la mirada'' en la superficie, mirar la pintura del cuadro en vez de concentrarse en lo que allí se representa por medio de colorines, pero que ``lo representado'' es una experiencia activa que nos toca adivinar más allá del empaste y el trazo. Es el sentido de las cosas lo que desatendemos cuando las vemos sin querer verlas.
¿Porqué nos apartamos así del presente?. En primer lugar debemos considerar que nos lo podemos permitir: no hay nada urgente que nos perdamos (a veces esto no está bien calibrado, y entonces lo llamaríamos ``peligroso despiste'', como no atender a que el coche se desvía o derrapa , no ver que ponemos la ropa en el horno,...).
Si aceptamos la posibilidad de no correr riesgos importantes, ahora sí, podemos pretender que este huir del presente nos hace ganar tiempo, un tiempo que existe en paralelo (como cuando pensamos en algo que está ahora en otro lado), en futuro, en el pasado, o incluso quimérico o desiderativo (aunque no existe o si existiera).
Estos ``otros tiempos'' son puramente imaginarios, y realmente en ellos no hay que manejar el cuerpo para posarlo aquí o allá, hacer un esfuerzo, ejecutar habilidades. Además es un tiempo a nuestro antojo y no al capricho de los horarios de trenes y las pesadas esperas a que nos obligan las distancias, por ejemplo. Podemos hacer fácilmente bricolaje y pasar del verano al invierno en un instante, del querer decir algo a haber conseguido el efecto oratorio deseado sin llegar a pronunciar una frase siquiera.
Es de suponer que este ``viaje por el tiempo'' tiene alguna finalidad útil: distraerse, regodearse, aclararse, decidir opciones, explorar situaciones, repasar acontecimientos, prepararse y motivarse como al fantasear cosas agradables para que hagan de anzuelo o cebo y se eleven a la categoría de ``digno de empresa'' y de sentido futuro (lo que nos gustaría ser mañana).
Nada impide que, por el contrario, podamos hacer ``malos viajes'', esto es, agobiarnos, entristecernos, enfadarnos por algo que no veríamos si realmente nos dedicásemos a mirar lo que tenemos delante de los ojos.
Podemos abusar tanto de nuestra capacidad de mirar a medias que realmente medio miramos, sin estar nunca donde estamos del todo: la fiesta se convierte en un ruido de fondo, las conversaciones un ronroneo que nos indica que no estamos totalmente solos, aunque tampoco totalmente integrados. Hasta nuestra pareja, en estas circunstancias medieras se convierte en algo ``para cumplir'', que no para gozar de manera que por fin pudiéramos olvidarnos de nosotros mismos.
Entornar la vista, nublarla con lágrimas: he aquí otras alternativas, estas con menos ``disimulo'' que las anteriores, ya que realmente sólo hay un resquicio de vista, lo imprescindible como para constatar que el mundo sigue allí afuera y no ha desaparecido en nuestra ``ausencia''.
Dejar que las lágrimas empañen los ojos, filtrando la luz para hacer contrastar el dolor, la pena o la alegría, para así poder sufrir o poder gozar sin panorama que nos atempere.
Algunos placeres máximos parecen pedir entornar o cerrar los ojos, para de este modo sentir un placer gustativo, un olor o un clímax erótico.
Para evocar un recuerdo, para ver una escena de un episodio vivido que queremos rememorar, cerramos los ojos para resaltar el potencial de esa mirada que se dirige hacia lo que no está (cosa que siempre sucede sin que nos apercibamos de ello, pero que ahora se haría más perentorio si queremos vivir lo que realmente está muerto).
En resumen, la mirada puede ser un punto de fuga: de la plenitud hacia una vida aguada o desleída, de la paz al miedo, de la serenidad a la tristeza y, a la inversa, también sirve para morirnos de placer y de gusto.
A veces lo hacemos todo al revés: cuando deberíamos ``pegarnos'' a la realidad externa, encontrar sentido al mundo, entonces nos evadimos y nos retiramos a nuestra lúgubre caverna, y cuando nos podíamos permitir cerrar los ojos y sentir placer, entonces los abrimos para estar pendientes de ``la realidad'', que en ese momento nos la podríamos ahorrar.
Mirada crítica y retaliación
No es algo inusual que en nuestra educación se haya hecho demasiado énfasis en la necesidad de observar lo que está mal, defectuoso o erróneo, de modo que se nos inculca la necesidad de captar al vuelo la imperdonable imperfección de las cosas y personas que nos rodean.
Esta misión que produce una pasión turbia, en la que se mezcla en partes iguales el desprecio, el escándalo y la satisfacción por vernos ajenos a tamañas fealdades, se convierte prácticamente la forma privilegiada de mirar con el bisturí de la vista concentrado en todos los detalles anómalos, irregularidades, desvíos de la norma e insuficiencias indignas.
Claro está, el efecto de resaltar del mundo lo podrido, descanterado, los escupitajos, las cagaditas de perro, las manchas de las ropas, las caspas y todos los defectos físicos y sociales, es un duro precio a pagar: nuestra cruzada nos hace sentir asqueados, malhumorados y rabiosos la mayor parte del tiempo.
Además el exceso de crítica tiene un ``efecto boomerang ``: ver -o temer ver- en los demás la misma mirada, pero !dirigida a nosotros!. Tal vez tengamos desarreglado el pelo, ¡horror!, o no conjunta el color de las distintas prendas, o qué imperdonable seria no saber algo (que a lo mejor todo el mundo menos nosotros conoce).
Contra más criticamos venenosamente más tememos que ese veneno nos contamine a nosotros. Incluso podemos sentir como tan insoportable la posibilidad de ser despreciados, descalificados o criticados que el mismo temor nos haga ver en cada sonrisa una guasa irónica , en cada comentario una velada censura, en cada aprobio irremediable condena y en cada premio una disimulada e hipócrita falsedad.
Miramos tal mal que ese mirar mal se vuelve contra nosotros en forma de mal de ojo, posible castigo vengativo y retaliador de un alma gemela, tan furiosa y ofendida como una de tantas de las que nosotros damos por supuesto que el mundo está poblado.
Mirar per locutor
En ocasiones intentamos hacer 'magia' con la mirada, persuadir, enternecer, disuadir, amenazar o preguntar. La expresión de la cara puede ayudar mucho a interpretar estas distintas intenciones de provocar un efecto. Pero es que también podemos desear y pretender que a través de la mirada ese deseo se apodere del otro.
Tenemos el anhelo que algo se haga como resultado de la intensidad ferviente de nuestra mirada, fe en que se nos comprende de forma transparente, ilusión de que el que mira mirar. mira la mismo que el que mira, y se siente impelido a sentir el mismo deseo, ejecutarlo como si fuera propio.
También utilizamos la mirada como una señal de sincronía, de acuerdo armónico, procurando creer que no sólo la mirada atraviesa el alma de nuestro prójimo sino que por el agujero se van todos los efluvios que podrían manchar un momento de satisfacción, amor o embeleso.
La mirada, puestos a abusar de su magia, también podríamos especular que es capaz de hacer mal, de provocar mala suerte, como si es forma malévola de posar la vista contagiara con mal de ojo al mirado, que se vería así arrastrado a las peores desgracias sin tener nosotros que provocar trabajosamente su caía.
Es digna de recordar la mirada que podríamos llamar 'sancionadora' del adivinar al que sometemos al otro, persiguiendo distintas hipótesis de lo que nos sucede, del porqué de los humores que ciertos acontecimientos han producido en nosotros y qué deseamos que se haga. Mientras miramos abstrusamente a ningún punto en especial de la lejanía el otro urja las distintas posibilidades una a una. Cuando finalmente ha adivinado -por supuesto el trabajo debe siempre ir a cargo del que ha cometido un error u ofensa que parece no saber cual es- el mirador deja de mirar e interviene graciosamente, con fingida displicencia, para perdonar las ofensas supuestamente confesadas o los errores supuestamente reconocidos.
En estas distintas posibilidades se huye de la palabra como si la palabra más que arreglar estropeara las cosas, o más que aclarar confundiera, y con esa atribuida perversión del lo hablado (¡se miente tanto después de todo!) se huye a la mirada como alternativa más segura de conseguir las mismas cosas que parecen producir toneladas de palabras y afanes en los demás.
La mirada y la vergüenza
Es difícil armonizar las expectativas que tenemos con lo que de golpe nos sobreviene al vernos mirados por otros. Los niños pequeños son capaces de experimentar esta inadecuación, desde edades muy tempranas, cuando confiados encaran una ilusión de encontrarse con una cara familiar y en cambio tropiezan con la de un desconocido. Rápidamente hay que frenar las alegrías, llevarlas a terreno muerto, descarriarlas voluntariamente -no tanto por inadecuadas como por inoportunas. La conducta de retirada consiste en congelar la expresión, apartarse del contacto visual, agachar la cabeza, refugiarse.
Esta retirada los padres la coartan esgrimiendo intereses más amplios: ``A ver, Juanito, da un beso a tu tía Felisa''. Ese beso, arrancado a la fuerza, no será el mismo que el efusivo que se hubiera dado de mediar una mayor confianza. Tía Felisa, esa desconocida, de pronto es elevada a categoría de íntima por arte de recomendación o de autoridad. Tenemos así el mapa de los trazos esenciales de la vergüenza:
la etiqueta (``es muy vergonzoso'')
la necesidad de parar una expectativa equivocada
realizar, aunque fuera de manera forzada, el acto que esperan los demás.
La mirada del otro que se clava en nosotros es capaz de disparar la vergüenza con sus fenómenos concomitantes de rubor, apartamiento la mirada, agacha miento de la cabeza, como intentos de retirarse ante una insoportable exigencia o contrariedad de posturas.
Al sentirnos observados re-flexionamos sobre lo que estábamos haciendo o sintiendo (nuestra postura corporal, nuestro interés natural, la manera de estar y aparecer) y rápidamente considerarlo como posiblemente inadecuado a los ojos de lo que esperarían encontrar los demás (otra compostura, otras actitudes o apariencia). Esta auto-observación crítica rompe la espontaneidad que discurría antes de ser mirados, y la misma brusca parada también forma parte de lo que sabemos que llama la atención a una mirada atenta.
La necesidad de no ser o estar naturales al instante, cuando lo inmediato además tenía una intensidad difícil de suprimir, provoca la reacción ``apaga'' impulsos inoportunos en que consiste la vergüenza.
Rápidamente surge la etiqueta de esta contra-emoción: ``tengo vergüenza'', y también esa etiqueta nos parece indigna de ser vista (especialmente si de pequeños nos afeaban esos momentos con agravantes tales como ``das asco'', ``eres penoso'', ``me repugnas'' y vituperios similares con los que algunos educadores adornan sus intervenciones correctoras).
Como que tenemos necesidad de parar urgentemente la misma reacción de vergüenza, para ello sentimos vergüenza de tener vergüenza (esto es, sentirla se nos asemeja algo imperdonable).
Si apareciera a nuestro socorro una orden salvadora (``besa a tu tía'') podríamos al menos detener el círculo vicioso que está retorciendo nuestras emociones.
Si no tenemos mayor compromiso siempre podemos imbuirnos en un periódico o mirar a otra parte con disimulado interés, pero si nos vemos obligados a relacionarnos puede desencadenarse en nosotros el azoramiento, el apocamiento y la temible parálisis.
Por ejemplo, puede decirle un varón a su compañera mujer, ``qué guapa estás hoy'' en vez de ``me gusta el trabajo que has hecho'', que es lo que le gustaría. ¿Cómo se puede responder a una provocación si ella no tenía interés previo? No se puede, en cierto modo, ni responder bien ni responder mal. En cambio la mirada sigue ahí esperando algo, causando vergüenza hasta poder ``salir del paso'' sonriendo sin ganas, dando las gracias que poca gracia nos hacen, o arriesgándonos al reproche (``era una broma'', ``qué mal carácter tienes'').
Ocurre en algunas ocasiones que estas actitudes que provocan vergüenza son deliberadas en vez de casuales. Entonces hablaremos de abochornadores y avergonzadores que abusan del factor sorpresa o comprometedor para disfrutar del efecto que suscitan y sacar una ventaja de ello (habitualmente sentirse superiores).
Una lista de ideas útiles para afrontar los distintos tipos de vergüenza es:
1. Amedrentar al abochornador descalificando su actitud (aunque nos estemos muriendo de vergüenza). Por ejemplo decir, ``no me parece correcto que me ridiculices en público, cosa que ni a tí ni a nade le gusta que le hagan'' -esto dicho preferiblemente delante del mismo público en que ha tenido lugar el alevoso desprecio.
2. Defenderse, pero suavizando o normalizando a continuación, en las situaciones ambivalentes: ``No me gusta que mezcles el galanteo con el trabajo, ya que además de no gustarme me molesta. Por cierto, ¿qué opinas del trabajo que te entregué?, me gustaría que me dieras la opinión''
3. No duplicar la vergüenza, considerándola una emoción normal que una persona normal se puede permitir (mientras que ``don perfecto(a)'' no). Esta emoción, válida, lo importante es que sea seguida de la acción adecuada (es decir, no huir o retirar la vista, sino provocar una salida de ``circunstancias'' para ``salir del paso'').
4. Lo antes posible, hacer algo (romper el silencio) que resuelva la tensión interna y la expectativa pasiva del que nos mira: preguntar, opinar, sugerir, etc.
5. Si el que nos mira tiene derecho a mirar (aunque sea con cierto grado de descaro o inadvertencia censurable) aceptar ser ``paisaje'' visual para el otro en vez de sentirnos analizados como en un examen, y menos aún suspendidos de resultas de la atenta inspección. Hay una diferencia entre sentirnos ``anónimos y libres'' a ``prisioneros escudriñados''. La libertad no nos la tienen que otorgar los demás, sino que la cogemos nosotros al asalto, bien mirando a los ojos del que nos mira, para ponerle en evidencia, bien mirando a otra parte con descaro, otorgándonos también el placer del descanso y, sobretodo, disminuyendo la capacidad del mirador de ser lo bastante importante como para importarnos (tratarlo a él como un objeto entre los objetos, no como sujeto omnisciente o dios que todo lo ve y todo lo juzga)
6. Considerar que somos invisibles y que seguimos conservando el control de nuestra privacidad. Ni el que nos mira sabe nada de nuestra intimidad, ni tampoco nosotros sabemos nada de lo que piensa -podría estar considerando en ese momento, por ejemplo, qué día ir al dentista, en vez de si nuestro aspecto resulta adecuado)
7. Tolerar la curiosidad que podemos producir en los demás por nuestra belleza, atractivo, estética u objetos que llevamos. Esa curiosidad, que sería temible si fuera la de un ladrón que calibra la posibilidad de quitarnos una cadena de oro o la cartera, porque se trataría de una intención de llevar a cabo actos reales, en cambio es inocua si la persona nos usa para fantasear o entretenerse un ratito, ya que en este caso debemos considerar que es una humilde contribución a la humanidad, inocente e ingenua, sin compromiso, hipoteca o inconveniente para nuestra vida real.
Fracaso de la represión de la mirada
Ocurre que nuestra mirada errática mira incluso lo que si alguien nos sorprendiera mirando, podría ser mal interpretado.
Cada vez que una mujer mira a otra mujer, parte de la foto que impresiona su retina tiene un trozo en el que está el escote, la forma del pecho y otras partes que se miran también cuando se supone que hay un interés erótico. ¿Cómo sabe entonces que ella mira bien o mira mal, como homosexual que no quisiera aceptar que en el fondo lo es?.
Se dirá que lo único que tiene que hacer esa persona a la que le ha entrado esta malévola duda (que además puede retrotraer a algunos incidentes olvidados cuyo sentido ahora se os antojan premonitorios de alguna misteriosa revelación) es averiguar si realmente mira más de lo debido lo que no debería mirar.
Pero el problema técnico surge a la hora de poner en práctica la ``prueba de normalidad'': cuando aparece una mujer protuberante, mira al pecho, suspende un momento el acto de la mirada en el aire, y se pone a inspeccionar cómo está mirando, pero entonces la mirada (+ la inspección espantada de cómo estoy mirando) hace que parezca que la duración es mayor de lo usual o de lo que era en épocas de ``homosexualidad supuestamente dormida''. Esta mayor duración de la mirada, ¿es prueba de un deseo que no se quiere aceptar?, ¿qué otra explicación dar? ¿se preocuparía alguien tanto de cómo mira si realmente no hubiera algo de qué preocuparse?
La persona puede entrar en estado de congoja y alarma, como si una enajenación estuviera en proceso de poseerla. Lógicamente intentará, para recuperar la paz perdida, reprimir las miradas que tanto le perturban. Pero, ¿lo conseguirá?. ¡No!.
No porque realmente el deseo homosexual fuera verdadero, sino justamente porque no lo es, aunque a la persona le parece que sólo puede demostrarse con una única prueba, que es imposible: que al mirar a otra mujer no se mirara ninguna parte erótica. Se intentará mirar al suelo, disimular, entornar los ojos pretendiendo que a través de la rendija se vea sólo la cabeza, o acortar al mínimo la exposición ocular, pero contra más vanos esfuerzos de disimulo se hagan más terrible será constatar que tarde o temprano acaba mirando.
Y contra más aparentemente fracasa este intento de no mirar más espantadamente se mira para comprobar si todavía se sigue mirando, hasta que lo que se hace por deseo, lo que se hace por sospecha y los que se hace por comprobación se confundieran de tal modo que parecieran equivalentes, y aun siendo cosas incompatibles pasaran por demostración de lo mismo.
También un hombre heterosexual puede interesarse por las partes íntimas de otro hombre, por casual observación o por una repentina curiosidad por el potencial atractivo, rivalidad o constatación comparativa. Si se pillara con la mirada en la parte prohibida de mirar bajo sospecha de homosexualidad, podría encontrarse en falta, y ésta espantada observación le podría llevar a recelar de algo que a sus ojos podría ser horrible (todo lo contrario del homosexual, que en estas circunstancias se regodearía y excitaría).
Como en el caso anterior, el mismo temor a estar volviéndose homosexual sin su permiso ni consentimiento, o incluso el temor a ser malinterpretada su mirada por otros hombres (``porqué mi mira tanto, sino es que es homosexual''), puede provocar tantos deseos de evitar el malentendido, que esos mismos intentos creen una conducta anómala que llame la atención (salir repentinamente corriendo, sudar, parecer candoroso o tímido enamorado, mirar en un momento inoportuno por culpa de no haber mirado en el oportuno, demorarse en angustiosas comprobaciones de la marcha de su problema).
Contra más extraña sea su relación con la mirada, más esa extrañeza será asignada a un mal funcionamiento de la sexualidad, más que a las retorcidas consecuencias de la sospecha. Esa equivocación de causa produce que luchemos en vano con el problema que no tenemos, empeorando el que sí tenemos.
Cuando miro una cara, ¿cómo sé que esa cara pertenece a la persona que creía hasta hoy que era? ¿No podría ser esa persona hija de otros padres? ¿Y si esa persona fuera sincera, no tendría yo quizá otra actitud distinta, por ejemplo si mi enterara que en realidad es familia secreta de alguien que odio o me repugna?
Si alguien que parece buena persona me dijera que es un violador, tal vez le retiraría la palabra, por lo tanto, ¿cómo se yo que hablo con quien me parece que hablo? ¿cómo sé yo si no debería estar más desconfiado, con mayor frialdad, o incluso con hostil distanciamiento?
Si estas dudas pueden socavar de pronto la inocencia con la cual hasta ahora miraba (¿no existe acaso la maldad, que se repartirá en muchos rostros que podrían ser cualquiera de los que miro?) tenderé a escrutar los rostros, estudiando los conocidos bajo el punto de vista que pertenecieran a otros y los desconocidos bajo el punto de mira que estuviera subrepticiamente relacionados con los de las personas que mas trato (quizá mi mejor amigo es pariente de ese vecino con el que me cruzo todos los días y saludo de forma un poco antipática, qué vergonzoso sería).
La misma hipótesis de que lo que es, no es, vuelve extraña la visión de los rostros, que en las diversas hipótesis contaminan los verdaderos rasgos, haciéndolos confusos y fantasmagóricos. Contra más miro menos veo, y contra menos quiero ver más aparecen los rostros ocultos, que me hurtan la confianza y me persuaden de la necesidad de ponerme en guardia frente ese mundo que ya no es el mundo.
Me asomo a un puente y veo las aguas turbias, imaginándome qué pasaría si cayera en ellas, si me ahogaría o sabría salir en el último instante. Pero esa caída que he visto sin verla realmente suceder ¿qué es? ¿Es una oscura atracción del abismo que de pronto se instala sin mi beneplácito? ¿Se trata acaso de una premonición de un posible suicidio? ¿La llamada de la muerte que dicen que habla con formas sibilinas y crípticas?. Da escalofríos: luego esa imagen hay que apartarla, reprimirla.
Pero esa imagen ¿se conforma con ser una intrusa que fácilmente consiente en irse? Puede que se rebele con la misma fuerza abusiva con la que intento suprimirla (de una forma radical, haciendo que nunca haya existido, que sea como una matrimonio anulado por la iglesia, que me engañe a mí mismo diciendo que ni me preocupa ni la he considerado amenazante o verosímil) Contra más intento elevarla al cielo de las inocentes más tormentosa e infernal se torna.
Cada vez que atraviese ese puente, o me asome a una ventana o divise un paisaje acantilado, la idea intrusa se me impondrá para demostrarme, ofendida, su indignada protesta por intentar hacerla desaparecer. Hasta que no la acepte benévolamente, desdramatizada mente, hasta que no me importe si está o no está, ella me querrá como quien se siente despreciada, y tanto el despecho como los intentos de dejarla la volverán más celosa y vengativa.
Veo unos libros en un escaparate, ¿cuantos son?. Veo pasar un coche, ¿su matrícula es capicúa? Estas inocentes y desocupadas tareas podrían ser una forma de matar el rato como otro cualquiera. Pero también se pueden transformar en tiranías. Contra más cuento y registro más glotonería contable alimento. Descubro entonces que las cosas y los números son ordinales y cardinales, me maravilla y me seduce el mundo visto bajo este punto de vista, habitualmente oculto detrás del desprecio por los pequeños detalles. ¿Quien da a importancia a cuantas ventanas hay en un edificio que ve al pasar, cuantas latas hay exactamente en una estantería del supermercado, o cual es exactamente esa cifra que se convierte en aproximada por falta de atención detallada a los todos los números que la componen?. He aquí la tentación: el orden , la exactitud, el control.
Pero la minuciosidad de la que hablamos no es una de carácter necesario (como por ejemplo, la necesidad del cajero de cuadrar las cuentas), sino un lujo que se da la persona, más bien porque pronto descubre que no puede evitarlo y puede permitírselo. Por un lado aparece la cosa (con regularidades que hay que precisar, orden que hay que establecer, peculiaridad numérica que hay que constatar), a continuación está el impuso incoercible a contabilizarlo y ficharlo (cinco ventanas, matrícula 2345 como el número de la casa de mi prima y la edad de mi hermano). Como que después de todo sabemos que es un esfuerzo superfluo, inútil e incluso que hace de nuestro alegre paseo una especie de vuelta a la escuela, hay que reprimir la pequeña manía. Pero he aquí que conforme menos queremos apartar la vista más los ojos se empeñan en quedarse pegados al 1,2,3... Como si acabar de mirar se confundiera con acabar de contar, o rechazar lo innecesario se transformara en imprescindible contabilidad de las cosas innecesarias que hay que rechazar.

EL PODER MAGNETICO DE LA MIRADA


© Isabela Herranz
Al margen de su función visual, los ojos, mediante la mirada, son agentes muy activos de la influencia que un individuo puede buscar ejercer sobre los demás. ¿Qué pautas debemos seguir para comprender sus revelaciones y apreciar su poder magnético?“Podemos leer el rostro de otra persona sin mirarla a los ojos, pero cuando los ojos se encuentran no solamente sabremos cómo se siente el otro, sino que él sabe que nosotros conocemos su estado de ánimo. Y de alguna forma, el contacto ocular nos hacer sentir, vivamente, abiertos, expuestos y vulnerables. El comportamiento ocular es tal vez la forma más sutil del lenguaje corporal”. Así se expresaba la socióloga Flora Davis en su conocida obra La comunicación no verbal al referirse al parámetro más expresivo y nítido del rostro humano: la mirada que emana de sus ojos.Espejo por donde aflora y se filtra nuestro sentir más profundo, la mirada sola es capaz de iluminar y vivificar las emociones y sentimientos más insondables del ser. Posee un carácter misterioso, difícil de explicar, y sin embargo, es el primer elemento que permite formarnos una impresión cuando conocemos a alguien. Dicha impresión raramente es equívoca e ilusoria, siempre es confirmada por los hechos.Si alguien pretende disimular su dolor detrás de una sonrisa, con frecuencia se delatará con los ojos, en ellos se manifestará la pena. Así pues, si tenemos dudas de las señales que emite una boca, los ojos siempre nos darán la respuesta.Al referirse a las emisiones procedentes de los ojos, en su tratado La puissance du regard (1973) el radiestesista francés Antoine Lucy no podía ser más tajante: “No engañan nunca a quién sabe leer en ellos. Las intenciones, los instintos, las pasiones, las marcas de aprobación y reprobación, la atracción o el rechazo, la ironía, el engaño, la envidia, los celos, el odio, la piedad, la tristeza, la alegría… Todo, absolutamente todo, puede leerse asomándose a ellos”. Sin duda, sus afirmaciones eran ciertas pero la psicología de la mirada es tan compleja que no siempre resulta fácil adivinar los estados psicológicos y las emociones que emanan de ella. Hace falta entrenamiento, buenas dotes de observación y no olvidar, según escribiera el poeta Thomas Wyatt, que “el ojo es un traidor del corazón”. También es un potente emisor de “rayos” de naturaleza desconocida.¿Ondas electromagnéticas?Algunos investigadores han estudiado el problema de la mirada como emisora de rayos partiendo de teorías eléctricas y neurofisiológicas. "Todas las células vivas producen una radiación invisible" anunció el científico ruso Alexander Gurvitch en los años treinta tras descubrir que el tejido muscular, la córnea del ojo, la sangre y los nervios son "transmisores" de lo que denominó "radiación mitogenética".Pocos años antes, en 1921, el doctor Charles Russ había demostrado en un Congreso Oftálmico celebrado en Oxford que con un aparato especial una persona podía hacer que un solenoide se moviera mirándolo fijamente. El doctor francés Paule Joire diseñó un aparato con una aguja que se movía cuando un ser humano lo miraba fijamente o estaba cerca de él. Denominó la fuerza desconocida que causaba la reacción "emanaciones de los sistemas biológicos".Por otra parte, el doctor B.B. Kajinski y V.L. Durov se hicieron famosos en la antigua Unión Soviética por sus experimentos conjuntos en relación con el poder de la mirada y los fenómenos telepáticos. Durov estaba persuadido de que la mirada humana era capaz de paralizar al animal más feroz y así pareció demostrarlo con animales salvajes. También experimentó por sí mismo el efecto paralizante de la mirada con algunos peces y serpientes. En 1962 Kajinsky expuso finalmente sus experimentos con Durov y expresó la idea de que los bastoncillos de la retina del ojo pueden actuar como diminutas antenas de radio que envían señales telepáticas y que existe un rayo emitido por el ojo de 8 centésimas de milímetro de longitud de onda, en el límite de las ondas hertzianas y del infrarrojo. Unos años antes P.P. Lazarov y Tourouguine habían descubierto por separado que la acción de este rayo del ojo se detenía cuando se interponía entre el emisor y el receptor (ojo y nuca de un sujeto), un tamiz metálico de mallas muy finas. Las conclusiones a las que se llegó indicaban que el agente de transmisión del rayo emitido por el ojo se encontraba en el terreno de ondas electromagnéticas muy cortas, las llamadas ondas milimétricas. Sin duda se trata de energía procedente del cerebro, ¿podemos utilizarla en nuestro provecho? Brenda Dunne, directora del Princeton Engineering Anomalies Research Laboratory (PEAR), lleva décadas investigando la influencia de la mente humana sobre las máquinas y está convencida de que llegará un momento en que podremos interactuar con ellas con ayuda de “nuestros ojos”: “Ya tenemos ordenadores activados por la voz… Nos estamos moviendo en esa dirección con tecnología para discapacitados que les permitirá conectar un aparato a sus ondas cerebrales o a los movimientos de los ojos”, declaró a finales de los años noventa.Aunque sea sólo de forma experimental, parece que ya es posible utilizar el poder mental a través de los ojos, así pues, ¿cómo va a sorprendernos que el magnetismo de la mirada haya alimentado concepciones fantásticas relativas a encantamientos y maleficios debidos a su acción, pero dejando a un lado la posibilidad la existencia del mal de ojo, no parece improbable que los ojos humanos hayan retenido también el poder hipnótico animal que se remonta a insectos y reptiles que se sirven de él para procurarse el alimento. No en vano, uno de los signos externos que ejercen mayor influencia en los demás es el poder, la firmeza y el brillo de la mirada. Tal poder puede influir en las decisiones ajenas y muchos filósofos y políticos han utilizado desde la más remota antigüedad el influjo fascinador de la mirada para rodearse de discípulos y seguidores y difundir sus ideas. Pitágoras sostenía la atención del auditorio con su mirada; Alejandro Magno ganó la batalla de Arbela enardeciendo a su tropa con el fuego de sus ojos. Órganos del cerebroNo hay duda de que los receptores oculares son los órganos sensoriales que ofrecen mayor movilidad expresiva. Esto se debe a que alrededor de los ojos están agrupados la mayoría de los músculos que contribuyen a los movimientos mímicos del rostro. La preeminencia de estos receptores también se debe a que el nervio óptico, por el que se propagan las impresiones visuales no es un nervio como los otros: tiene la particularidad de ser una emanación directa de la sustancia nerviosa del cerebro, y por transmite al ojo, por tanto, a la mirada, informaciones sobre la condición en la que se encuentra el órgano cerebral. No en vano, ha señalado el investigador Lyall Watson en su obra Supernature que “embriológica y anatómicamente, el ojo es una extensión del cerebro”. Mientras se verifica el acto de la voluntad, los ojos son los focos magnéticos de donde irradia y se esparce el fluido nervioso y el influjo sugestivo. En este sentido, es sobradamente conocida la sugestión ejercida con la vista en la hipnosis, que se emplea por ser la forma más sencilla de inducir al trance hipnótico, así como la influencia benéfica de la mirada de los auténticos sanadores. Esta posee siempre una cualidad superior, capaz de ejercer una acción magnética calmante, muy distinta de la mirada de los enfermos mentales, los delincuentes y los asesinos en serie. En relación con estos últimos, no resulta de más tener en cuenta este parámetro para detectarlos antes de que sea demasiado tarde. Aunque la teoría del criminal nacido del antropólogo italiano Cesare Lombroso está desacredita y los morfopsicólogos actuales sostienen que en la estructura del rostro no puede reconocerse una disposición natural al crimen, señalan en cambio que en la expresión mímica, y especialmente la de la mirada, puede ser reveladora de tal disposición, al indicar el estado del alma actual de un individuo. Si hacemos caso a Marie-Noëlle Slonina, autora de la obra Tout savoir sur le regard (1987), “la mirada no miente a largo plazo. Raros son los ojos que no dicen la verdad de un rostro”. ¿Qué pautas debemos seguir para descubrir esa verdad? En los recuadros que acompañan este artículo se recogen algunas de esas pautas, pero existen muchas otras que cada uno debe intentar descubrir asomándose sin temor a los ojos de los demás. En ellos verá retazos de sus almas, fragmentos deshilachados de espíritus contrahechos, atribulados, pero también percibirán destellos luminosos en rostros animados por la paz de su espíritu o la grandeza de sus corazones que quizá hasta entonces no habían advertido. Si la nuestra está cargada de dichas partículas los demás también las verán.

ABC DE LAS MIRADAS
Cada mirada es única y los parámetros que la definen son numerosos: intensidad, brillo, movimiento, profundidad… Dichos parámetros nos permiten acceder a una tipología de las expresiones, cada una de ellas con características visibles. Al igual que hay miradas burlonas, iracundas, heladoras o abrasadoras, también “hay miradas que matan”, según dice el dicho popular. Aquí recogemos algunas de ellas.
Alucinada: Mirada fija, carente de dirección. Se ve con frecuencia en enfermos psicóticos, de ahí que se la denomine popularmente la mirada de los “locos”. También se observa en personas que están bajo el efecto de drogas enteógenas. Es una mirada extrema y poco habitual. Si es constante es señal de desequilibrio psíquico.
Apagada: Es signo visible de astenia psíquica. En los niños refleja sufrimiento debido a mala adaptación al medio ambiente, estrés escolar, perturbaciones afectivas e incluso mala salud. Si además está mirada apagada es vidriosa, nos encontramos ante una de las miradas más peligrosas porque no ofrece amenaza aparente. Parece un poco adormecida, mortecina. Es algo asimétrica, vacía, sin brillo, con las comisuras exteriores descendentes, es decir, átonas. Se encuentra en algunas formas de perversión, especialmente en personas sin aparentes ideales, que no tienen nada que perder y que disfrutan matando. También en enfermos esquizofrénicos, paranoicos y epilépticos, y en personas indiferentes, asociales y vagabundos que han perdido contacto con lo real.
Apasionada: Suele ser volcánica y poderosa. Está orientada hacia ideales activos y, por tanto, es capaz de volcarse en la acción. A veces es también generosa, comunicativa, calida, viva, en cuyo caso se encuentra en personas con cierto grado de heroísmo. Sin embargo, si esta mirada es constante, rígida y en extremo intensa la acción puede ser desenfrenada e incluso vindicativa. Se observa entonces en personas insaciables en sus ansias de conquista o de venganza (la mirada del terrorista Osama Bin Laden es de este tipo).
Armónica: Transmite calor, bondad, bienestar con el mundo. Es una mirada amorosa que transmite pureza de corazón, discreción y caridad desinteresada.
Atenta: Los ojos son brillantes, fijos, y si la concentración es grande las cejas estarán incluso bastante cercanas a los globos oculares que, a su vez, estarán tensos. Se observa en personas apasionadas, voluntariosas, trabajadoras y ambiciosas. Si la fijación es constante puede ser señal de alguna patología nerviosa o de tendencias obsesivas.
Átona: Los ojos de mirada átona suelen carecer de brillo y sus párpados son fláccidos. La expresión es vaga, como perdida en un sueño. Dejarán libre curso a todas las pulsiones de la vida instintiva y afectiva con lo cual habrá predominio de sentimientos, inclinación al ensueño y a la depresión melancólica. Este tipo de mirada es frecuente en los sabios, los científicos y en general en los artistas, especialmente si los ojos están algo hinchados. Esto último es señal de receptividad y alejamiento del mundo, pero también de debilidad, tristeza y mala salud debida a retención de líquidos y mal drenaje linfático por desequilibrios nutricionales.
Bizca: Se suele decir que la mirada divergente de las personas con ligera bizquera o estrabismo posee un encanto especial. Quizá se deba por la impresión soñadora que confiere a la mirada, pero en realidad la bizquera es señal de un elemento nervioso en la personalidad. Puede ser testimonio temporal de una fatiga nerviosa pasajera que desaparece con el reposo. Se encuentra con mucha frecuencia entre artistas y creadores. En el hombre aporta un elemento de feminidad. En general, si los ojos bizquean, y la mirada es rígida y apagada, el sistema nervioso del individuo suela estar bastante alterado.
Directa: Da la impresión de franqueza. El ojo es brillante, claro, cargado de una luz que transmite afectividad y, a veces, transmite una idea de elevación moral. En general es leal y sincera, entusiasta.
En blanco: Los ojos rodeados de esclerótica blanca indican fatiga, enfermedad, exaltación. Si además están hundidos se puede temer fatiga pulmonar.
Extasiada: Es una mirada que no toca la tierra, que huye hacia lo alto. El iris tiende a remontar bajo el párpado superior dando la impresión de partir hacia el interior de la frente. Es la mirada de los santos cuando oran, pero también cuando están en trance extático en cuyo caso la desconexión con el mundo es total.
Fija: Si la fijación es pasajera refleja una fascinación por algo que sorprende, maravilla o asusta. De no ser así, puede deberse a ideas fijas, incluso obsesivas. Es un rasgo frecuente en personas fanáticas, doctrinarias, que no tienen en cuenta las ideas ajenas. Si hay un dominio general tónico, dicha rigidez se manifestará también en acciones que no tengan en cuenta ningún obstáculo. Muchos alienados tienen la mirada fija, así como algunos delincuentes y criminales en serie.
Firme: No debe confundirse con la mirada dura porque a diferencia de esta la mirada firme puede y suele poseer también suavidad, dulzura y generosidad. La firmeza de la mirada contiene la expresión de la voluntad y de la decisión. Eso la hace más viva, expresiva y elocuente como ocurre con la mirada de los marinos y de los tuaregs y otros habitantes del desierto: la costumbre de las visiones lejanas, el esfuerzo frecuente para distinguir a gran distancia, dan a su mirada una firmeza especial, teñida de melancolía y con frecuencia de una gran bondad.
Interiorizada: Habitual en pensadores, científicos, sabios, intelectuales. Confiere a su poseedor un aire ausente, flotante, como si estuviera en dos planos. Es poco móvil, pero abierta y receptiva.
Mórbida: Febril y ebria, esta mirada es en general oscura, inscrita en un universo pasional sombrío y tumultuoso. Está cargada de luchas, de sufrimientos, de torturas psíquicas, y se observa entre drogadictos y alcohólicos.
Tiránica: Es heladora, despiadada. Esta mirada suele ir acompañada de una frente contraída. Adolf Hitler tenía este tipo de mirada imperturbable que, en realidad, escondía un temperamento explosivo que oscilaba entre la exaltación feroz y la depresión.
Tónica: Denota gran agudeza visual, percibe bien los objetos. Su visión es concreta, rápida, pragmática. Se encuentra en personas de acción, inquietas y aventureras, dinámicas, alegres, impulsivas y sensuales.
Turbadora: Es una mirada bastante átona que da sensación de pesadez, lentitud e indiferencia. Es a la vez enigmática y muy seductora, con cierto aire lascivo. Se encuentra con frecuencia en actores.

IRIS Y PUPILAS
Desde un punto de vista psicológico, el iris se considera revelador de ciertos sentimientos y, sin duda, su tonalidad tiene importancia en la expresión de la mirada. Además no sólo tiene que ver con el temperamento sino también con rasgos étnicos y la influencia del clima. Los ojos negros y castaños pertenecen a los países cálidos, mientras que los azules, verdes y grises a países fríos. Los azules denotan un temperamento linfático; se dice que les falta melanina. Los castaños corresponden a un temperamento sanguíneo; los negros y/o oscuros a un temperamento bilioso y los gris-verde o verdes a un temperamento nervioso.En cuanto a las pupilas, hay que señalar que son muy expresivas, ya que reflejan nuestro nivel de percepción global. Su tamaño parece importante en los ritos de seducción, por eso son tan grandes en los años de adolescencia, mientras que en la vejez se contraen notablemente. En general, se dilatan cuando hay poca luz, pero también en las situaciones emocionales, cuando hay imágenes que nos excitan o bien sentimos miedo, sorpresa, alegría, angustia o cualquier emoción intensa; si por el contrario tenemos sueño o estamos aburridos se encogen.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Como dar ordenes con los ojos.



USE LA ENERGIA PSICOTRONICA
COMO DAR ORDENES CON LOS OJOS


A través de su mirada, usted puede enfocar un poder irresistible para hacer que otros respondan a su voluntad.
El poder psicotrónico reside potencialmente de manejar la energía psíquica y enfocarla a través de las manos o los ojos para determinados fines. Por ejemplo, el masaje reiki es una forma de energía psicotrónica, así como la que el hipnotizador desarrolla en su mirada. Emplear este poder para tener control sobre las personas puede ser un acto positivo o negativo, depende de las intenciones y de los objetivos con los que se lo utilice. Lo importante es apelar a él y desarrollar este don sólo para hacer el bien, también para obtener el beneficio de poder tranquilizar a una persona enojada o apaciguar el dolor o la angustia ajena. En esta nota te explicamos cómo desarrollar este don de manera constructiva, para ayudar y ayudarse a sí mismo.



ANTES QUE NADA, RELAJATE
En la magia psicotrónica, el primer paso para trabajar con la energía psíquica es la relajación. Hay personas que tienen una natural predisposición para relajarse.
Otras, en cambio, llegan a tensionarse más cuando lo intentan. Lo ideal para usar la energía psicotrónica es poder llegar al nivel alfa - 7 a 14 pulsaciones por minutos-. El punto medio de este registro -10,5 pulsaciones, es el de más elevada relajación. Para acceder a este estado de relajación, debe cumplir con estos pasos.
1- Mire un punto por sobre su línea normal de visión. Mantenga la cabeza derecha con los ojos vueltos hacia arriba.
2- Siéntese con los ojos cerrados. Sea consciente de que con cada respiración se relaja.
3- Tome conciencia de su cuero cabelludo. Relaje tejidos y músculos. Luego vaya haciendo lo mismo con la frente, los ojos, las mejillas, la boca, la mandíbula, el cuello, los hombros, los brazos, y así hasta llegar a los dedos de los pies.
4- Inspire profundamente, y al espirar dese instrucciones: "Relájate más profundamente"...
5- Visualícese acostado sobre la arena en una playa, escuchando el rumor de las olas. Cuente desde 15 hasta 1, dejando pasar unos 5 o 6 segundos entre cada número, mientras visualiza que todo vuelve hacia una oscuridad reparadora y relajada. Cuando llegue al 1, estará relajado por completo.



ALFA INSTANTANEO
Una vez que acceda a un estado de relajación y lo domine, deberá elegir una Palabra Secreta. Será su "clave de acceso" al estado alfa. Luego, proceda de este modo:
1- Realice los pasos de la relajación.
2- Al terminar, diga: Puedo alcanzar este estado de prenda relajación en cualquier momento en el futuro, con sólo decir esta palabra: (diga la Palabra Secreta).
4- Cuente hasta 3 y abra los ojos. Se sentirá plenamente despierto, lleno de energía y en perfecto entusiasmo.
Tras practicar este ejercicio, logrará alcanzar el estado de relajación con solo cerrar un momento los ojos y pronunciar su Palabra Secreta. Cuando haya logrado esto, puede pasar a la siguiente fase:



LA ENERGIA EN LOS OJOS
Para lograr que la energía luminosa potencie el poder de sus ojos, realice estos ejercicios:
1.- Siéntate bajo la luz solar, de espaldas al sol, con los ojos cerrados.
2.- Visualiza al sol fluyendo por el cuerpo desde la coronilla hasta los pies, sabiendo que nunca cada célula de su organismo.
3.- Abra mucho los ojos y ciérrelos inmediatamente, muchas veces.
4.- Sienta el resplandor del sol fluyendo sobre su nuca y saliendo ´por sus ojos, dando energía a cuanto ve, beneficiando todo aquello que tu vista alcanza. Termina la sesión tras tres o cuatro minutos.
Repite varios días ese entrenamiento y estarás listo para sacar provecho de tu poder psicotrónico.



USE El PODER DE LA LUZ
Se puede emplear la energía psicotrónica para controlar a voluntad el poder de la luz con ayuda de los ojos y así estimular a otra persona para que reaccione como usted lo espera y recibir de ella o suministrarle la ayuda que necesite.
El otro requisito es que elija usted un lugar donde pueda concentrarse a solas y que será el escenario de sus sesiones. Entonces puede desarrollar la siguiente técnica:
1- Enciérrese en su "habitación especial".
2- Relájese profundamente mediante su Palabra Secreta.
3- Vea a la persona sobre la que quiere influir. Visualícela parada unos metros delante de usted.
4- Vaya aumentando el tamaño de la imagen de la persona hasta que pueda verle claramente los ojos.
5- Mire a la persona fijamente a los ojos, abriendo mucho los suyos al hacerlo. Mantenga esa posición, y explique claramente qué quiere que esa persona haga y por qué. En esta explicación debe usted ser lógico y razonable.
6- Vaya alejando de sí y achicando la imagen visualizada de la persona, hasta que vuelva al lugar de donde partió. Repita esta técnica durante varios días. Muy pronto empezará a notar los cambios en la persona influida. El poder de la energía psicotrónica sólo es controlable mediante poder psicotrónico, pero como la mayoría de las personas ni siquiera saben que lo tienen, su influencia sin duda será exitosa y obtendrá lo que buscaba de esa o esas personas.
www.geocities.com/chamandelnorte/energiaPSICOTRONICA.htm